Comentario
El período que ahora encaramos estuvo marcado por el comportamiento exitoso de las economías iberoamericanas y el incremento de las exportaciones. Esta situación permitió la consolidación de los sistemas políticos existentes, basados en el predominio oligárquico. En la mayor parte de los países latinoamericanos el panorama político se fue consolidando en torno a un sistema bipartidista, que generalmente oponía a liberales y conservadores. Por encima de todo, se enfrentaban dos maneras diferentes de entender la política y el manejo de la cosa pública, que tenían muy pocas diferencias en la práctica, pero eran compartidas por los mismos grupos sociales: la aristocracia, la burocracia estatal y los profesionales liberales y otros grupos urbanos. Pese al aparente bipartidismo y a las diferencias señaladas, el carácter oligárquico imponía su impronta al sistema, homogeneizando las formas gobernar. Los sistemas políticos eran de participación restringida (el voto universal apenas estaba implantado) y el caciquismo y el fraude electoral estaban difundidos en todos los países, aunque las prácticas latinoamericanas no se apartaban de lo que ocurría en buena parte de Europa a fines del siglo XIX y principios del XX.
El sistema de partidos políticos estaba muy poco estructurado y los líderes y sus clientelas pesaban más que las estructuras político-partidarias. Los clubes de opinión y las tertulias eran uno de los principales lugares donde se discutían los asuntos de Estado y los grandes temas políticos y en ellos los padres de la patria tomaban las decisiones más importantes. El funcionamiento del sistema político tendía a favorecer el gobierno de ciertas capas de profesionales y de las burocracias políticas, a la vez que garantizaba su control por parte de los grupos oligárquicos.
Uno de los principales problemas que tenían que afrontar los gobiernos era la debilidad del aparato estatal, debida fundamentalmente a la falta de integración al Estado de regiones geográficas marginales. La estructura social y los problemas lingüísticos también marginaban a grupos humanos importantes, como las comunidades indígenas, algo que en países como México o Perú llegó a alcanzar una dimensión importante. Esta situación tendió a revalorizar el papel intermediador de los caciques o caudillos, personajes clave que vinculaban a sus regiones con el poder central. La extensión de la burocracia a los confines más lejanos del país y la profesionalización de las fuerzas armadas fueron dos de los mecanismos que permitieron el reforzamiento del Estado. La debilidad se trasladaba al plano político y se reflejaba en la gran inestabilidad existente en la región. Las dictaduras se solían alternar con otros momentos de gran inestabilidad o con la convocatoria de elecciones.